Por: Laura Fierro Evans
Un día,
un guerrero samurai se sentó con sus tres hijos varones y le dio a cada uno una
flecha. Le pidió a cada uno que la quebrara. Todos lo hicieron con facilitad.
Luego tomó las tres flechas, todas juntas y las ubicó frente a sus hijos.
“Ahora toman estas tres flechas”. Ninguno pudo hacerlo.
Luego el samurái les dijo a sus hijos “esa
es la lección. Si los tres permanecen juntos, nunca serán vencidos”.
Esta leyenda habla
de la sabiduría del guerrero que busca la unión de las tres partes que conforman su reino –en la voz de los tres
hijos-. De esta suerte, el resultado de la impecable voluntad de un guerrero es hacerse invencibles gracias a la unión de sus fuerzas.
Para que esto sea posible ¿qué necesita
cultivar el guerrero?
Desprenderse
del “yo” y por tanto ser consciente de los obstáculos que tiene para lograr la
unidad. Si el yo cree que vale más que sus hermanos, o que vale menos. Si el yo
cree que no merece el mismo destino porque considera que los otros son más
inteligentes, astutos, sabios, hábiles; entonces no será posible hacerse
invencibles. Si el motor de sus acciones es la envidia, tampoco va a poder
desarrollar otra voluntad que no sea mirar lo del otro para desearlo y para
desear que el otro no tenga lo que él. El yo, el ego, la soberbia o los
complejos tienen la habilidad de separar, de dividir, de dañar, de excluir,
competir.
La
voluntad de colaborar, que no puede darse de forma auténtica sin desprenderse
del sentido egocéntrico del yo. La voluntad de colaborar surge y florece en un
guerrero consciente de que es parte de un todo más grande. Que lo que hace
contribuye a algo superior. La entrega de las armas del yo egocéntrico
posibilita que descubra en el otro y gracias al otro la opción de colaborar
juntos, codo a codo, para hacerse invencibles.
La
voluntad de asumirse como miembro de una comunidad, en la que puede ejercer
varios roles, y no importa si un día está en actividades de limpieza y en otro
dirigiendo y siendo líder. Pues su voluntad al ser miembro de la comunidad es
la voluntad de servir, de entregarse, de pertenecer.
La
voluntad de cuidar. Un guerrero de voluntad impecable es alguien que se cuida a
sí mismo para poder cuidar al otro. El desprendimiento del yo no tiene nada que
ver con olvidarse de sí mismo, ni con maltratarse o excederse trabajando o
dando a otros. La voluntad de cuidarse es la premisa para que todas sus
acciones estén centradas en cuidar.
El
guerrero cuida y ama las plantas que crecen en su jardín, cuida y ama los
animales de compañía, con quienes mantiene un diálogo que le ayuda a mantenerse
firme sobre la tierra.
El
guerrero cuida al templo que habita: su cuerpo. Lo cuida no sólo a través de la limpieza y la pulcritud, sino además cuida todo lo que entra en él; ya sea como alimento físico, mental, emocional o espiritual. El guerrero sabe que su templo-cuerpo es resultado de todo esto que "come" y no puede tener un cuerpo saludable y listo para ganar cualquier batalla, si no lo cuida a través del alimento que permite que entre en él. Sabe, por ejemplo, que la aparente "libertad" de comer cualquier cosa que se le antoje es tan sólo un placer momentáneo con consecuencias a largo plazo que no desea para sí mismo, y elige sólo aquello que lo nutre. Conoce las trampas de la mente y elige siempre el bien superior por encima de todo.
El
guerrero cuida todas y cada una de las relaciones que mantiene en su vida. Comienza por casa. Cuida a sus hijos y a su familia como los dones más preciados de la
vida, pues a través de ellos es que se preserva, trasciende y se conecta con el
espíritu más elevado del universo. Los acompaña, los nutre, los alienta y les muestra el mejor de los mundos que podrá cada uno de ellos construir. Y lo mismo hace con sus compañeros, sus subalternos y cualquier persona con la que se relaciona. Sabe que cada encuentro puede ser el último y que cada interacción deja huella en sí mismo y en el otro. Así que cuida su hablar y su mente, recipiente de todo aquello que cultiva. Pues el futuro es aún ilusión, y lo único real es este momento.
La
voluntad de conectar con su más elevado ser para de ahí vincularse con la divinidad, el creador, el Padre-madre, origen del universo. Su espiritu
es guía que le recuerda que un guerrero es sólo una partícula de Universo igual que sus hermanos guerreros y que todos los seres de este planeta. Todos. Hasta el que parezca más pequeño o despreciable.
Una voluntad impecable es la aspiración y el norte. Es la puerta a la conciencia. La conciencia ética sobre el sentido de su existencia.
© Laura Fierro Evans
27 julio 2016
2 comentarios
Muy bueno Laura...y además escribe!
ReplyCon cariño
Bárbara
Muchas gracias, querida Bárbara! Es mi pasión, aunque a veces la vida no me da para hacerlo tan regularmente... Abrazo!
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